Divisa, Solar y Casa Real de la Piscina
Juan Ramírez de Velasco vio la luz del mundo en el lugar de Estollo, valle de San Millán de la Cogolla —hoy provincia de La Rioja, partido judicial de Nájera, diócesis de Calahorra—. Fueron sus padres D. Juan Ramírez de la Piscina Ábalos y D.ª María de Velasco de la Calle; sus abuelos paternos D. Pedro Ramírez de la Piscina y D.ª María Ábalos y los maternos, D. Pedro de Velasco Manrique y D.ª Ana María de la Calle Rojas. «Nació en Castilla, provincia de La Rioja —escribe en su Historia el Padre Lozano— de nobilísima y antiquísima prosapia, como que según se ve, ejecutoriado por diversas sentencias de la Real Chancillería de Valladolid, descendía de los Reyes de Navarra». En carta al Virrey del Perú, Conde del Villar, fechada el 6-IV-1587, Ramírez de Velasco, al referirse a cierta proyectada expedición al quimérico andurrial de los Césares, expresa: «Me hallo con entera salud y en hedad de quarenta y ocho años, y los treynta y dos gastados en la milicia». Vale decir que nació en 1539, y que empezó a servir al Rey desde sus 17 años, aproximadamente.
Italia resultó escenario de sus primeras experiencias bélicas. Allí participó en los combates que culminaron con la rendición de Siena a las fuerzas españolas (17-IV-1555), cuya población habíase amotinado contra el Capitán General de la región toscana, Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco. Luego sirvió Ramírez de Velasco en Milán, cuando ese ducado era provincia de España y, más tarde, fue a luchar a Flandes. Doce años empleó en aquellas campañas, para cooperar posteriormente en la sofocación del alzamiento de los moriscos de Granada (1566-70). Por esa época contrajo matrimonio en Sevilla con la andaluza Catalina de Ugarte y Velasco —hija del Licenciado Pedro Santiago de Ugarte y de Ana de Velasco y Valderrama; n.p. de Francisco Santiago de Ugarte y de Catalina de Ugarte; n.m. de Diego de Valderrama y de María de Arce y Velasco; todos estos antecesores nativos de Utrera—. Doña Catalina —antes de zarpar para América con su esposo— hizo información de legitimidad y nobleza desde el 21 de enero hasta el 4 de febrero de 1584, ante el Alcalde del Crimen de la Real Audiencia sevillana, Diego López de Zúñiga, rubricada por el Notario Francisco García. Los testigos declararon en esos autos —consigna Lafuente Machain— que la abuela materna de la interesada «era señora conocida», y que el Rey le había agraciado con un hábito de Santiago, debido a lo cual se la llamaba «la Comendadora», siendo en aquel tiempo solo dicha señora y la Duquesa de Medina Sidonia las únicas mujeres que ostentaban el referido privilegio. De esta unión nacerían cinco hijos que son: 1) D. Juan Ramírez de Velasco Ugarte, casado con D.ª Ana Gutiérrez Tineo y Peñaloza; 2) D. Pedro Ramírez de Velasco Ugarte, casado con D.ª María de Villagra Olmos de Aguilera; 3) D.ª Ana María Ramírez de Velasco Ugarte, casada dos veces, la primera con D. Íñigo de Velasco (sobrino de D. Juan) y la segunda con D. Alonso Felipe de Herrera Guzmán Castro Polanco; 4) D.ª Isabel Ramírez de Velasco Ugarte; y 5) D.ª Lorenza de Ugarte y Velasco, casada con D. Diego Méndez de Carvajal Torreblanca. De ellos siguió una gran descendencia que llega hasta nuestros días y que está desparramada por numerosas partes de Argentina y otros países. Así pues, Juan Ramírez de Velasco fundó su hogar en la ciudad que orilla al Guadalquivir, punto de partida entonces hacia las remotas posesiones ultramarinas hispanas; desde cuyo embarcadero nuestro hombre cruzaría el mar en seis oportunidades de ida y vuelta a Indias, como Alférez y Capitán de la Real Armada, a bordo de navíos cañoneros que escoltaban los convoyes de galeones cargados de oro y plata del Perú y México.
Más adelante, en la guerra contra Portugal (1580-83), Ramírez de Velasco vuelve a pelear en tierra firme; y a las órdenes del Duque de Alba asiste a las batallas de Setúbal, Cascáes, Alcántara y Oporto, que jalonaron la conquista de ese reino para la Corona de España. Terminada la incursión militar lusitana, D. Juan fue nombrado Gobernador y Capitán General del Tucumán por cinco años. El título pertinente, suscripto en Madrid el 20-III-1584 por Felipe II, llevaba la refrendata de Antonio Eraso, Secretario de Su Majestad. Otro decreto anexo encargaba al nuevo funcionario tomar residencia a su antecesor, Hernando de Lerma, y que hiciese pesquisa secreta de los excesos imputados a éste, en calidad de Juez privativo de esas causas hasta sustanciarlas.
El 30 de noviembre siguiente, el Gobernador se hizo a la vela rumbo a su destino americano desde la barra de San Lúcar de Barrameda. «Me embarque con mi muger e hijos, cassa e familia, e vine a dichas provincias» —consignó posteriormente el protagonista—. En el viaje «gaste» 14.000 ducados, «e me fue forzoso vender mi patrimonio e docte de mi muger».
Hacia las Islas Canarias internóse la flotilla en el Atlántico, pero la nave en que venía el nuevo mandatario tucumano, sacudida por continuos temporales, se separó del convoy desviando su trayectoria. Más adelante, el velero topa a barlovento con un navío inglés. Ramírez de Velasco, entonces, debido a su pericia guerrera y naval, asume la capitanía de la embarcación y enfrenta al corsario atacante. «Nos fue forzoso pelear tres días, porque no nos rindiese y llevase, y mediante yo benir en ella, y de experiencia por aver fecho seis biajes a las Yndias por Alférez Real y Capitán de vuestras armadas» —le informaría con posterioridad el bravo comandante a su Monarca—. Trabado el combate fue adquiriendo por momentos desesperada furia hasta que huyeron los piratas ingleses, «después de haberles muerto mucha gente y maltratádoles la artillería y arcabuzería con mucho riesgo de mi persona, por estar siempre llevando la delantera, sin que se me pusiese delante el amor a mi muger e hijos que benían en la dicha nao arriesgando la vida»; y agregaba el informante no haber rendido al enemigo por encontrarse su barco solitario y fuera de ruta, «y benir el dicho ynglés tan artillado y boiante».
Seguidamente, tras recorrer un año «tres mill leguas en dos mares, de norte y sur, y las setecientas leguas por tierra que ay de distancia desde los reinos de Castilla hasta las provincias del Tucumán», arribó Ramírez de Velasco a Charcas el 30-XI-1585. En dicha ciudad mediterránea hallábase preso el relevado Lerma, de cuya persona dispuso el recién venido para conducirla a Santiago del Estero, donde habría de iniciarle el juicio de residencia.
Tres meses se demoró en Charcas nuestro hombre, al cabo de los cuales dirigióse a Potosí, al frente de 40 soldados y 32 «personas de mi casa», amén de 150 indios amigos, entre flecheros y conductores de la impedimenta.
En la villa del metalífero cerro «estube combalesciendo de cierta enfermedad» —apunta el expedicionario—. Allá unos mensajeros le avisan que la ciudad de Salta corría gran riesgo cercada por calchaquíes, humahuacas, casabindos y cochinocas, aunados todos para arrasarla. Esa precaria base civilizada «estava falta de munición y de pólvora, plomo y otras cossas». Por tanto, «a la ligera», Ramírez de Velasco despacha para allá al Capitán Diego García Zambrano con 24 o 30 combatientes, armas, caballos y pertrechos; y Zambrano en 8 días está en Salta con lo que evita que «los indios desbarataran la dicha ciudad y mataran toda la gente que avía en ella» (16 hombres o 30 según otros testimonios) que se disponían a abandonarla y retirarse a Talavera.
Instalado en el territorio de su Gobernación, Ramírez de Velasco inició el juicio de residencia a su antecesor, Hernando de Lerma, y a sus oficiales. Su territorio contaba en aquel momento con cinco ciudades de europeos, Santiago del Estero, Córdoba, San Miguel de Tucumán, Nuestra Señora de Talavera y San Felipe de Lerma (Salta). Allí se preocupó por casar a los españoles con doncellas hijas de los Conquistadores, para que formaran sus propias familias. Cuenta que «Cassé en el tiempo de mi gobierno, que fueron ocho años, más de veinte donzellas guérfanas, hijas de conquistadores y les di a algunas de ellas de mi hacienda».
Desde el comienzo de la Conquista el espacio de la Gobernación estaba amenazado por las tribus indígenas, que fueron relativamente sometidas por el Gobernador y muchos de sus pueblos repartidos entre los Encomenderos. Para que no hubiera más alzamientos, relata D. Juan de Abreu, «llevó consigo el dicho Governador al Cacique principal de dicho pueblo Calchaquí y le tiene consigo en la ciudad de Santiago del Estero, y le cristianó, siendo el dicho Governador y su mujer D.ª Catalina de Ugarte, compadres». El curaca tomó el nombre de Juan y era hijo del famoso Juan Calchaqui, llamado Silpitocle.
En 1590 organizó la expedición a los valles de «Sanagasta y Yacampis», tierras jamás holladas por cristianos. Púsose el Gobernador al frente de «60 hombres españoles y muchos naturales amigos y más de 500 caballos y 22 carretas cargadas de mantenimientos y municiones» (84 caballos y 8 carros «a mi costa», precisa el Caudillo), y de un arreo de «más de 4.000 cabezas de carneros, cabras, ovejas y bueyes»; con cuyos elementos, «a fuerza de brazos, talando montes y abriendo caminos», el Jefe sujetó primero a servidumbre a más de 20.000 indios circunvecinos, para rematar la hazaña en dicho valle, «con acuerdo e parecer de los Capitanes e soldados», fundando la ciudad de «Todos los Santos de la Nueva Rioja», el 20-V-1591, como lejano homenaje a su Rioja natal. Se hallaban ese día en torno del Fundador, el Maestre de Campo Blas Ponce, el hijo de aquel Juan Ramírez de Velasco, que iba como Alférez Mayor de la tropa y —entre otros Capitanes Juan Ramírez de Montalvo, sobrino del Gobernador, Gonzalo Duarte de Meneses y Alonso de Tula Cervín—. De ello dio fé el Escribano Luis de Hoyos en el acta correspondiente; y de que el Caudillo de dicha hueste «alçó el rollo e árbol de justicia, e nombró alcaldes e corregidores, cavildo e justicia e rregimiento, e señaló e dió solares e quadras a los pobladores, e mandó hacer un fuerte alto, con sus cubos en dos esquinas». Así, dentro de ese ámbito solitario, quedaron instalados 50 vecinos encomenderos a las órdenes de Blas Ponce, a quien se le confió el sostenimiento de la población, con rango de Teniente de Gobernador.
Otra población se aprestaba a establecer Ramírez de Velasco, por intermedio del Capitán Gaspar de Medina; «Nueva Sevilla», a 50 leguas de Córdoba, en el Río Quinto, con miras a ir descubriendo el camino para llegar hasta el estrecho de Magallanes, y conquistar la ciudad de los Césares y tomar contacto con los cristianos que se suponía sobrevivientes, en las misteriosas regiones del sur, de la armada del Obispo de Plasencia. Estos preparativos ocupaban al Gobernador, cuando recibió aviso de su reemplazo; «y ansí se dexó de conseguir esta jornada tan ymportante».
Ocho años había durado el fructífero gobierno de Ramírez de Velasco. Durante ese lapso —además de las ciudades que fundó, o mandó fundar, de las campañas emprendidas a fin de poner a los indios en paz y de las disposiciones progresistas de bien común y de moralidad pública que tomó— se instalaron en el Tucumán esos extraordinarios evangelizadores que fueron los jesuitas; así como llegó de Lima, a pie, al territorio de su mando, San Francisco Solano, apóstol franciscano, dechado de bondad, visitador de enfermos, consolador de afligidos y catequizador de infieles con sus milagros y su violín maravilloso. Dijo verdad el Cabildo santiagueño en 1586, cuando le pidió al Rey no remover al Gobernador y concederle el disfrute de las encomiendas de Soconcho y Manogasta, pues Ramírez de Velasco «está governando con vida onesta, vedando lo contrario, y usando de yntérprete de ygualdad va desarraigando los viçyos y ordenando buenas costumbre en bien propio y utilidad de los vezinos y moradores».
En mayo de 1593 nuestro Gobernador entregó el mando a su sucesor Fernando de Zárate. Y catorce meses más tarde (23-IX-1594) nuestro personaje presentaba a la Audiencia de Charcas una solicitud a fin de que se diera curso a la Información sobre sus servicios, en méritos de los cuales pedía «se me haga merced, por todos los días de mi vida e de mis subcesores, del Adelantamiento de Tucumán e Nueva Rioja, que yo descubrí, poblé y conquisté e pacifiqué, con diez mill ducados de rrenta». Comparecieron como testigos de esa probanza: Baltasar de los Reyes, Diego Camacho, Luis de Hoyos, Alvaro de Abreu de Figueroa, Gabriel Panyagua de Loaisa, Cristóbal Barba de Alvarado, Félix López, Juan de Alvarado y Velasco, Antonio Fernández de Velasco, Juan Hermoso Granero y Pedro Cores de Ulloa.
En 1596 recibió el nombramiento de Gobernador interino del Río de la Plata. Dispuesto a ejercer sus funciones, emprendió viaje a estas tierras litorales. Nombró a Hernando de Mendoza Teniente General de Buenos Aires, y a Iñigo Ramírez de Velasco —su sobrino y yerno— Teniente General de la provincia. Con posterioridad suscribió el nombramiento de Lugarteniente y Capitán a Guerra de la Asunción, a favor de Hernandarias de Saavedra.
El estreno del mandatario en el gobierno rioplatense no fue feliz. El 30-I-1600 Hernandarias le escribiría al Rey: «Entró aquí Juan Ramírez de Velasco mi antecesor, y aunque con buen zelo con poca experiencia, y ansí le mataron a su yerno don Iñigo de Velasco y al General Sandoval con otros Capitanes y soldados, y se puso en armas toda la tierra».
El ínclito varón, tras enfermarse, sucumbió cierto día de 1597 en la ciudad de Santa Fe, adonde llegara de paso hacia Buenos Aires; frisaba en los 58 años de edad. Según carta suya dirigida al Rey en 1594, declaraba, entonces tener «tres hijas y un hijo en el Tucumán» —puesto que el primogénito Juan «el Mozo» ya había muerto—.
Dice de él Roberto Levillier «Velasco fue un idealista práctico, y tiene para nosotros la sugestiva importancia de haber sido el primer español en concebir la Argentina tal cual es hoy. Limitábase su jurisdicción a las provincias del norte; envió sus soldados hasta el Chaco-Gualamba; proyectó llevarlos en persecución de los Césares, hasta el estrecho de Magallanes, pidió al Rey la incorporación de San Juan y Mendoza, Buenos Aires, Gaboto o Santa Fe a su feudo… ¡toda la Argentina desde el desierto indígena hasta la Patagonia, desde la cordillera hasta el litoral, en un solo bloque, bajo un solo mando en 1586! Su actuación en la tierra fue considerable, pues se inició por unos meses ante la Audiencia de Charcas, como Gobernador del Tucumán, a fines de 1585 y terminó en 1597 en Santa Fe, siéndolo entonces del Río de la Plata. Consolidó en toda forma la sociedad confiada a sus cuidados, lo que no significa un afianzamiento absoluto de los principios de civilización existentes en el siglo xvi, sino la adquisición alcanzada en cierta medida, de normas éticas, sentido de cooperación colectiva y elementos de progreso material superiores a los que la nerviosidad conquistadora y el egoísmo de sus individuos sobresalientes hubiesen tolerado hasta entonces. Sus esfuerzos fueron loables, y aun cuando no permita la realidad histórica admitir plenitud en los resultados, dieron color de perfectibilidad comunicativa a los actos oficiales y crearon niveles de vida que, dentro de su modesta altura, no fueron relajados por los gobernadores siguientes»2.
(1) El presente texto es un resumen de un trabajo de Carlos Ibarguren, «A lo largo y más allá de la Historia Argentina», Genealogía Familiar, y de otro de Jorge Zenarruza sobre D. Juan Ramírez de Velasco. Regresar al texto.
(2) Roberto Levillier. Nueva Crónica de la Conquista del Tucumán, Tomo III, páginas 169-170. Regresar al texto.
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